Frio y calor.
Frio. Las calles están vacías, el aire helado te rodea hasta congelarte la parte más interna de tu ser. No veo el momento de llegar a casa y encontrarme con él. Mi fiel amigo, mi compañero silencioso.
Cada poro de mi piel supura anhelo. La dichosa necesidad de tenerlo dentro de mí, de sentir su dulce amargura fundirse con el toque suave de mi lengua. Notar como su calor ardiente recorre mi cuerpo, hasta el interior de mis entrañas. Echo de menos la excitación de tenerlo entre mis manos, de saborear su fluido cuerpo, sufrir su oscuro cuerpo entre mis labios de terciopelo, manchando inocentemente las comisuras de estos.
Quiero cubrir con mis manos su
recipiente ardiente y quemar hasta la última papila gustativa de mi
lengua. Deseo llegar a casa, quitarme la ropa ociosa, y acurrucarme
con él, cubiertos con mi manta favorita.
He probado muchos y de muy variados, algunos venían de lugares exóticos, otros eran más cortos y rápidos, iguales y distintos al mismo tiempo, en compañía o sola, pero ninguno ha conseguido asemejarse a este.
He probado muchos y de muy variados, algunos venían de lugares exóticos, otros eran más cortos y rápidos, iguales y distintos al mismo tiempo, en compañía o sola, pero ninguno ha conseguido asemejarse a este.
Caliente, dulce sin exceso, con un leve
toque exótico y sobre todo el que me quita el frio cuando llego a
casa.
Ese café de media tarde, tan caliente
y tan necesario para poder continuar con mi día.
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L.Lobera
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